Se suele afrontar la problemática del uso indebido de drogas como algo que es
ajeno, alejado de la realidad cotidiana de las personas, algo que solo les pasa a
los pobres descarriados.
Sin embargo los comportamientos adictivos se presentan a cualquier edad,
cultura y nivel socioeconómico. El adolescente con sus conflictos propios de la
edad, el ama de casa que hace frente a sus frustraciones recurriendo a
sedativos y tranquilizantes, el deportista que trata de incrementar su
rendimiento con estimulantes, o el señor que aspira cocaína en el trabajo son
ejemplos típicos.
Se suele asociar erróneamente la drogadependencia con la pobreza,
probablemente por ser esta más visible, sin embargo afecta a todos los
estratos sociales. Sabemos por ejemplo, que en nuestras Universidades cerca
del 19% de los alumnos ha fumado Marihuana, 7% utiliza tranquilizantes sin
prescripción médica, y más del 45% fuma tabaco.
Las drogas dañan la salud física y mental de quienes las usan; deterioran sus
relaciones familiares y comunitarias e irrumpen sus proyectos de vida. La
dependencia o adicción a las drogas, se presenta como una consecuencia
probable y frecuente del uso indebido de aquéllas.